En 1895, en un restaurante de Montecarlo, llamado Café de París, el príncipe Eduardo de Wales, hijo de la reina Victoria y futuro rey de España, junto a algunos miembros de su corte, llegaron a almorzar; uno de los pedidos eran los crepes. Hernry Charpentier, un asistente de mesero, de 15 años, sacó los crepes al comedor, para completar la preparación del plato en una salsa hecha de cáscara de naranja, azúcar y una combinación de licores, en una mesa frente a los invitados.
Inesperadamente, el alcohol se alzó en fuego y flameó la salsa, este suceso creó una nueva sensación para el paladar, Eduardo y sus invitados se deleitaron.
El príncipe preguntó a Charpentier si podía nombrar al nuevo plato, en honor de la hija de uno de sus invitados, presente ese momento. De esta forma nació un clásico, el Crepes Suzette.
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